Entre
detritos y figuras, las imágenes de Z'otz*
Por
Ramón Antonio Caballero
Desde los remotos tiempos han existido colectivos
artísticos, alrededor de las canteras de mármol en Milos y Carrara en el
antiguo Mediterráneo, así como, después, los talleres de arte religioso en las
colonias españolas y portuguesas. También es cierto que en épocas más recientes
han proliferado en todo el mundo iniciativas que profundizan en el trabajo
grupal, mostrando maneras de producción y circulación que consiguen redefinir
la subjetividad desde el punto de vista de la colectivización.
Las nuevas iniciativas colaborativas tienden a
relacionarse teleológicamente tanto con el deseo de crear un sujeto activo, ese
que saldrá empoderado o fortalecido por la experiencia de participación física
o simbólica, como con el gesto de ceder parte o todo el control de la autoría,
buscando la paridad y sabiendo que la producción compartida aporta beneficios
estéticos de mayor riesgo e imprevisibilidad. De esta manera, el “artista
colectivo” entiende que coloborar es trabajar todos a un mismo nivel de
responsabilidad creativa; a diferencia de participar, donde unos pocos
controlan la situación.
Para acercarnos al Colectivo Z'otz* conviene introducir
dos recuerdos fundamentales. El primero relacionado con los surrealistas,
quienes sostenían que la creación poética debía ser anónima y grupal,
intuitiva, espontánea, lúdica y, en lo posible, automática, que se reflejó en
su fascinación por el juego de “el cadáver exquisito”. El segundo, con Jackson
Pollock, para quien la pintura era un material rodeado de acción, siendo el lienzo
un suceso más que un cuadro, donde tenía más peso el ritual de vida que
el objeto mismo.
El arte es una forma de hablar con
nosotros mismos
Las palabras “suceso”, “acto”, “ritual”, “espontaneidad”
y “juego” se llenan de sentido al describir la actividad del Colectivo Z'otz*
de Toronto, de Ilyana Martínez, Erik Jerezano y Nahúm Flores, quienes desde
2004 trabajan juntos con una fuerte emoción por la realidad aborigen y los
contrastes sociales —lugares imposibles de soslayar cuando se quiere la
fantasía y el drama—, así como por la propia imaginación, que es capaz de
formar un mundo ajustado a la introspección y el azar. Erik Jerezano entiende al
respecto que "América Latina es un lugar interesante cuando se trata de
tradiciones, mitos y leyendas [...] en todos
estos casos hay una narrativa muy dinámica que construye un universo mítico
basado en el movimiento y la transformación". Y este pensamiento es afín a
la disposición de todos ellos para el encuentro y el diálogo, quienes se
congregan todos los fines de semana para el fortalecimiento de su práctica
colaborativa.
¿Y porqué llamarse Z'otz*? Se trata de una
"actualización" fonética y simbólica maya referida al murciélago, ese
animal que según Nahúm Flores sobrevive mejor en grupo que individualmente.
Para los residentes autóctonos de Mesoamérica el murciélago se hallaba
relacionado con la noche, la oscuridad, la muerte y también con la fertilidad y
la sexualidad; seres sobrenaturales de atributos duales que a veces tenían
forma de jaguares o de escribas. Gracias a ese ser, dice Roberto Romero
Sandoval, los mayas pensaban que sus amanuenses podían transportarse al
inframundo y conocer los designios de los dioses, para después plasmarlo en los
códices. Tylor Marshall considera que el murciélago tiene que entenderse como
un conducto entre lo físico y el mundo espiritual, un sentido que es válido
para re-imaginar el "arte zotz".
Esta mutabilidad del quiróptero maya es un asidero
conceptual para asimilar la práctica de Z'otz*, en lo que tiene de
representacional, interdisciplinario y colectivo. Estos artistas asumen la
realidad en sus matices objetivos y subjetivos, metafísicos y sociales,
infinitos e ínfimos, trabajando en equipo la noción de continuidad
mediante el dibujo, el collage, la pintura, la escultura, la instalación y la
escritura, sin descuidar la riqueza que deriva del talento y la sensibilidad
individuales.
En una entrevista de enero de 2014 les pedía a los Z'otz*
que definieran su proceso de colaboración artística. A ello respondieron
diciendo que no buscaban un resultado específico, sino más bien un viaje de
adentro hacia afuera, considerando que el dibujo produce la idea, no la idea al
dibujo. "Partimos desde el inconsciente, en una acción involuntaria,
irreflexiva, instintiva, casi primitiva que desemboca en una narrativa no
lineal de lectura ambigua", una práctica que, bien entendida, nos lleva de
regreso al pensamiento surrealista, a ese punto donde el arte clama por ser
ritual de la existencia.
En Canadá se enfatiza que estos artistas practican
"el cadáver exquisito": en torno a la mesa de estudio se pasan entre
sí sus dibujos y sus pequeñas esculturas, con la idea de modificarlas hasta
declarar por unanimidad que han conseguido una obra de arte. Los mismos
artistas afirman que tienen un sistema de rotación "donde todos trabajan
al mismo tiempo pero en distintas piezas lo cual nos permite el intercambio de
ideas, y podemos observar la transformación de la obra; —y continúan diciendo—
nos interesa el azar como punto de partida, intentamos establecer un vínculo
aleatorio entre nuestros inconscientes individuales, es un juego de adivinanzas
e improvisación donde la única regla es que no hay reglas". Con este
método de creación han logrado imágenes "transitivas", pivoteando
entre lo sublime y lo grotesco, entre lo bestial y lo humano, a veces formando
seres tumoríferos cuando no cercenados o vendados, con una carga de humorismo e
imprevisibilidad que transforma los hechos en emociones.
Al practicar una obra colectiva lo natural es que existan
retrasos en la producción individual. Sin embargo, estos artistas confiesan
que, en su caso, la responsabilidad es pareja: "estamos comprometidos con
el grupo así como con nuestras prácticas individuales [...] es un balance muy
sano y por eso el colectivo ha sobrevivido todo este tiempo, la exploración
personal alimenta al colectivo y viceversa… el funcionamiento es muy orgánico y
las decisiones tomadas para exhibiciones o proyectos son democráticas".
Para subrayar el aspecto democrático de este colectivo,
vamos a recordar la observación de la artista Julie Oakes, quien señala que
dentro de la industria, la ciencia, la educación, e incluso el gobierno, el
poder de las decisiones de grupos ha promovido la invención; un aspecto que,
según ella, es muy difícil de encontrar en las artes visuales. Agrega enseguida
que valen las excepciones, como la del Colectivo Z'otz*, y todo porque estos
artistas han logrado ejercer una voluntad paritaria que, buscando la fusión y
el ajuste mutuo, ayudan a "disolver" la autoría individual.
Por esto mismo tienen cabida las metáforas de
reversibilidad, transitoriedad, diáspora y transformación para entender su
obra. El colectivo asume el encuentro de los diferentes puntos de vista como
algo necesario para representar cabalmente la realidad. Aunque también es
necesario señalar que en estos creadores no es menos la existencia, pues sus
vidas tienen mucho de retazos geográficos, cruce de fronteras y también de
culturas. Así, en el terreno de la vida, han llegado a desear los contenidos
universales, del pasado y el presente, de aquí y de allá...
La imagen también nos transforma
En la década de los 60 la abstracción fue asimilada por
la pintura mexicana y superado los cánones del muralismo; sin embargo, la
riqueza cultural de México difícilmente permite que sus artistas se distancien
de la estética propia; lo mismo para todos los artistas latinoamericanos: sus
tradiciones, mitos y leyendas son una fuente de premura y urgencia, de
necesidad iconográfica. Aún así, muchos creadores optaron y siguen optando por
formas que se lanzan más allá de esa realidad mágica, buscando el lenguaje y la
complejidad de la existencia.
He querido recordar este momento porque empalma con las
intenciones de Z'otz*, quienes trabajan en los linderos del arte humanista y
significativo. Para estos artistas observar el entorno implica tener conciencia
de la multidimensionalidad del mundo, obligándolos, entre otras cosas, a
practicar el arte como lenguaje. De allí la importancia del oficio, un asunto
que sigue encantando en la obra de este colectivo.
Desde 2005 han logrado exponer como grupo en el
territorio canadiense como internacionalmente; recordamos enseguida que este
año estarán en Hong Kong, pero también han estado en Serbia, Miami y Croacia en
la década pasada. En ambos casos han tenido de escenario galerías, museos y
salas universitarias. Así han logrado sumar una veintena de exposiciones
propias, la mayoría en distintos centros metropolitanos de Canadá. Al entender
que la obra es algo más que un objeto, como también lo pensaba Pollock, estos
creadores han apostado adicionalmente por comunicarse mediante conferencias y
residencias artísticas, sirviéndoles estas de puentes de acercamiento con el
público y nudos de realimentación conceptual para sus nuevos proyectos. En este
sentido, son decisivas sus exposiciones compartidas con otros grupos o
artistas, en ferias, encuentros y concursos.
La opinión de Marshall es que estos artistas ofrecen unas
obras que narran extrañas y también grotescas imágenes del cuerpo, basándose en
los temas de la transformación y la mitología, con formas a la vez sencillas
—como igualmente lo hemos notado—; agregando que lo realmente original es el
método genuinamente colaborativo en su proceso creativo. Nos referimos, por
supuesto, a The Substitutes and the Absence, presentada en la canadiense
Dunlop Art Gallery en 2013.
Lo cierto es que allí encontramos una narración basada en
vacíos, siluetas y objetos que avanzan y retroceden, como si después de todo
sólo quedara el tiempo subjetivo, de personas y monstruos que se confunden por
la imprescindible necesidad de entender la soledad. En este caso ha de asumirse
que la multiplicidad de los elementos corporales no significan más sino menos;
por eso se habla de "los sustitutos y la ausencia", quizás como
evidencia de la degradación y los dolores espirituales surgidos de ese andar
por la vida, entre los embates de la realidad y la urgencia de presentir los
ideales. Las imágenes de Z'otz* ubican al individuo y también a la sociedad en
un camino que tiembla, que duda y que se deforma sin cesar. Y aún sabiendo que
la obra aludida es un mural, con unos límites fijos, reconocemos que el
"superposición de sentido" es una exigencia psicológica del
espectador que trasciende el instante de la obra.
Janine Abulayan, del diario The Journal de Canadá,
escribió el 8 de octubre de 2013 un emocionante comentario sobre Memorable
Paths of the Fly, una intervención gráfica y escultórica del grupo en la
Union Gallery de Kingston, en Ontario. Entre otras cosas, señalaba que en esa
obra se podían observar criaturas híbridas, únicas en sus detalles y movimientos,
construidas mediante bestiarios, personajes estrafalarios y espacios irreales,
glosando un mundo fantástico. A la par de lo bidimensional, decía Abulayan,
podíamos encontrar pequeñas esculturas de color marrón, piezas totalmente
memorables.
Al observar la secuencia de "cuadros",
reconocemos el modo de representación que estos tres artistas prefieren para
hablar del "reino del caos", dándonos una imagen equilibrada, con una
fuerte carga de líneas y colores y una tímida "penetración" del
espacio. Los vacíos y los llenos, las protuberancias y las oquedades
funcionando alternativamente como las estaciones del año, los movimientos de la
tierra o la existencia, que también es vida y muerte, adaptación al mundo e
irreductibilidad del sujeto. En el mural podían observarse unas cajas que
siguen resguardando estaciones, silencios y preguntas, a modo de ventanas
dentro de un "desierto" que las asume y subsume, y que no son menos
que rendijas de la memoria, agujeros por donde el alma otea la inmensidad del
mundo.
En 2010 el colectivo expuso Fenestral Distractions en
la Durham Art Gallery de Ontario, un proyecto de medios mixtos. En esa
muestra se podía leer la ascendencia formal de Z'otz*; sí, abrevando en el
surrealismo, el arte del grafiti y la tradición iconográfica de América Latina.
Los temas fundamentales de entonces fueron el desplazamiento, la transición y
la transformación, asociados a la experiencia migratoria, de la que estos
artistas son pacientes y testigos directos. Allí se dejaba notar el humor
subyacente de sus "cuentos" surrealistas, cuyo proceder no es menos
que el utilizado por los poetas, que ven en el mundo y los sucesos paradójicas
afinidades.
El impulso por antropomorfizar la experiencia ha
producido en el colectivo redes de significados que lo siguen integrando aún
más. Al relatar la exposición mencionada, nos hallamos con un ejercicio de
colaboración ritual. El proceso de creación consistía en un primer momento en
darle "golpes" secuenciales a la pared, con carboncillo, pastel y
lápiz; a continuación, y para romper la superficie plana de la pintura mural,
en agregar nichos de varios tamaños y formas, que según el comentario vertido
entonces debían asumirse como ventanas a otros mundos, y que según mi punto de
vista son rendijas de la memoria. Estas cajas albergan pequeñas esculturas,
objetos de uso cotidiano de carga poética y referencias naturales, capaces de
delimitar historias y momentos del viaje... Sí, porque no se puede olvidar que
estamos hablando de una poética que valora el intercambio y el flujo, y también
la experiencia colaborativa. Al respecto, tiene sentido recordar que los
artistas invitaron al público a intervenir la obra directamente, llenando los
espacios "vacíos" con sus propias historias e interpretaciones.
Cabe hablar algo más sobre la "obra suelta",
portátil y variada de Z'otz*. En este rubro tenemos importantes dibujos y
esculturas en pequeño formato. Los primeros ofrecen composiciones ricas en
esquemas lineales y colores fuertes, con un acento en los aspectos orgánicos de
la naturaleza y la complicidad psicológica, que se "desdibujan" para
mejor hacernos comprender. En cuanto a las esculturas, podemos señalar su
aspecto rocoso y ahuecado, recordando en metáforas el crecimiento y el
fallecimiento, la fuerza de la aurora y el peso de la noche, los talismanes
politeístas y la imaginería cristiana. Vale aclarar que la escultura es asumida
desde la técnica del modelado, tal vez como otra forma "terrenal" de
asir la memoria a las raíces ancestrales; sin duda, encuentro en estas obras
tridimensionales un afán por interactuar con aquella vieja, hermosa y eterna
cosmogonía precolombina.
Sin duda, son muchos los proyectos que habría que
comentar, todos tan importantes como los descritos anteriormente. Sin embargo,
entiéndase este comentario como un boceto, abierto desde ya a la ampliación y
el afinamiento. Dicho esto, nos apresuramos a recapitular. Al principio dijimos
que han existido desde tiempos muy remotos variados colectivos artísticos, y
recordamos así los surgidos en las canteras de mármol en Milos y Carrara, y
también los formados en las colonias españolas y portuguesas. Hoy la situación
no es la misma, pero la necesidad de creer en la humanidad y el trabajo
colectivo sigue intacta; es más, con una urgencia que obliga a los artistas a
desconocer fronteras y pretextos. Así pienso que es y seguirá siendo Z'otz*, un
grupo de creadores latinoamericanos que asumen una verdad: que el arte en una
herramienta esencial para azuzar la sensibilidad y merodear nuestras fantasías,
sean humanas, perversas o divinas.
Tegucigalpa, abril de 2014
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